dimarts, 14 de juliol del 2015

Sudando el discurso

Aimar Pérez Galí 
Fundació Tàpies, 13 de juliol de 2015

Foto: Andrea Ayala

La ética del gesto

Me parece que los bailarines tienen que ser un poco tontos para pasar por lo que pasan cada día. ¡En serio! Para pasar por ciertas cosas hay que ser completamente inocente o un insensato, porque si te lo pensaras medio minuto no lo harías.” La frase la dijo Merce Cunningham a un periodista, para escándalo de éste. La anécdota se recoge en el libro de conversaciones del coreógrafo con Jacqueline Lesschaeve El bailarín y la danza. Y parece que algo así sucede de vez en cuando. Algunos bailarines, como en este caso Aimar Pérez Galí, un día se preguntan cosas. Sucedió mientras estudiaba interpretación en Amsterdam. Y el resultado de estos años de trabajo, lecturas y baile queda recogido en una performace/conferencia de una hora de duración: Sudando el discurso. El formato es en sí mismo una provocación: dictada con su propia voz en off, mientras danza por la sala sin ninguna intención de traducir en coreografía todo lo que se va escuchando. Que es mucho y de calado teórico y que ha recogido en un libro de auto-edición para deleite de los amantes de conjugar en primera persona el verbo “pensar moviéndose”. Un ejercicio de apropiación emocional, en el que el bailarín ha encontrado un nuevo sentido a su quehacer.

La tesis central de su libro y performance es de enjundia: el bailarín subalterno toma la palabra. Lo hace para dejar constancia de ese sistema de control que sobre su cuerpo ha tenido históricamente el otro: el coreógrafo, sus maestros, la tradición. Desde el ballet clásico hasta nuestros días el intérprete ha sido moldeado con ese discurso. Y la posición de Aimar Pérez Galí es clara y determinada: “Soy algo más que un cuerpo que suda.” Y el descubrimiento que muchos otros antes que él, y muchos contemporáneos también, están conjugando ese verbo libre que les permita seguir bailando, empoderados de la dirección hacia la que ellos mismos determinen. Esta performance, y su libro resultante, son una fuente inagotable de razonamiento, profusamente documentado, ameno y fluido, con el que poder compartir no sólo ese punto de partida sino también un montón de referencias de la historia de la danza. Bailarines que antes que él también entendieron que “la danza solo necesita ser un ejercicio espiritual en forma física” (de nuevo Cunningham) y para que ello sea posible sólo hay una opción, también en su periodo de formación, y que pasa por dejar de considera al bailarín como objeto mudo.

Hace mucho tiempo que intentamos “Olvidar a Foucault”. Quizás por su mala recepción, especialmente en la tercera etapa de su producción. Como señala en ese libro Jean Baudrillard porque lo incómodo “es que si en algún sitio hubo represión o, al menos, efecto de represión (y eso apenas se puede negar), permanece inexplicable.” Sea porque sean unos insensatos, estos bailarines, o simplemente unos inocentes. El solo esfuerzo por comprender como esa micro-física forma parte de la propia genealogía del ser que baila, como hace aquí Aimar Pérez Galí, es digno de aplauso y elogio. Otra cosa es si analizamos eso en clave subjetiva. Porque, lo queramos o no, cada uno de nosotros formamos parte de esa estructura y actuamos al dictado de nuestra propia decisión. No hay un poder central manipulador, sólo pequeños gestos en movimiento con los que reafirmamos esa representación. Y aceptaréis conmigo que en esa parcela de libertad íntima reside lo más difícil: la tentación. Porque tiene que ver, definitivamente, con la ética del gesto.

Foto del propio Aimar Pérez Galí, camiseta sudada en la Fundació Tàpies el 13 de julio de 2015

En el vídeo, una versión corta de la performace/conferencia:

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada